INSULA

Misceláneo
Número 768 . Diciembre 2010

 
 

Juan Cano Ballesta / Miguel Hernández: El impacto de su viaje a la Unión Soviética


 

Se ha especulado mucho sobre el impacto real, sobre todo psíquico y humano, que el viaje por Europa y la Unión Soviética tuvo sobre el poeta. Nuestra curiosidad aumenta al recordar lo que sabemos hoy sobre las purgas, los asesinatos y el terror que imponía Stalin desde varios años atrás y por aquellas fechas de la visita de Miguel Hernández en todo el territorio soviético. Los amigos que el poeta se encontró a su paso por París de vuelta de la URSS (Octavio Paz, Elena Garro, León Felipe y Alejo Carpentier, entre otros) le asediaban con preguntas tratando de adivinar sus más íntimos sentimientos. Elena Garro, esposa de Octavio Paz, repite las insistentes preguntas de León Felipe: «Bueno, chico, ¿cómo es aquello?... ¿cómo es aquello?... ¿cómo es aquello?» y cuenta que el poeta solía evadir estas preguntas diciendo que eran «cosas muy serias, para hablar a la ligera» de ellas (Ferris, 2010: 434 y Garro, 1992: 132-139). Curiosamente coincide en esto con la opinión de María Zambrano, la que encuentra a Miguel a su vuelta de la Unión Soviética, en Valencia, replegado sobre sí mismo y «enmudecido» (Zambrano, 1984: 171). Daba la impresión de que lo visto y oído durante su viaje le había afectado profundamente. Tal vez la indiferencia que palpó fuera de España, sobre todo en Londres y en París, ante la tragedia española, que él gráficamente y con tanta indignación describe en sus escritos, ensombreció sus esperanzas sobre el desenlace de la guerra, aunque es cierto que los artículos publicados no abandonan el optimismo oficial. José Luis Ferris llega a decir: «no creemos que la ingenuidad del poeta fuera tan elocuente como muestran sus escritos, ni que en todo un mes de permanencia en la Unión Soviética no advirtiera la sombra oscura de Stalin» (Ferris, 2010: 433). Pero ¿cómo?, ¿quién le iba a informar de nada negativo en aquel viaje bajo la tutela del Partido Comunista? En la misma línea Andrés Santana Arribas piensa que Miguel Hernández salió muy cambiado de su experiencia soviética, que el viaje acabó en «una gran decepción para el poeta español» y que su «fina intuición y sagacidad» le permitió captar la realidad de su entorno a pesar de la vigilancia de la intérprete asignada. El crítico confiesa que esto es una suposición sin base documental (Santana Arribas, 2004: 492). No obstante señala Santana algunos hechos que pudieron tener un peso importante. El poeta se encontró «con un país pobre, con una población que vivía míseramente» y debió de observar «sobre todo en su viaje a las zonas proletarias de Jarkov, en Ucrania, la gran pobreza existente en la URSS», lo que Santana confirma con el testimonio de Damián Pretel Martínez, que fue niño de la guerra y llegó a la URSS en la última expedición de niños españoles a fines de los años treinta. Habla este autor, que ha sido catedrático de la Universidad de Granada y alto dirigente del PC de España, de la gran pobreza de los campesinos y obreros, que por aquellos años aparecían con «albarcas trenzadas con corteza de árbol», con «tela de saco atada con cuerdas» como calcetines, y de la gran cantidad de borrachos que se veían tirados por calles y plazas (Santana Arribas, 2004: 492-493). Algo de esto sí que pudo verlo Miguel en sus continuos traslados de un encuentro a otro por más que intentaran ocultárselo. Y esto pudo originar en su mente un fuerte choque al compararlo con las maravillas de la fábrica-ciudad de Jarkov y del país que les estaban enseñando. Miguel Hernández es consciente del gran esfuerzo que hacían los del Partido Comunista por darles una impresión apabullante: «Es una gente que no quiere que nos vayamos de aquí sin llevarnos una impresión profunda de todo y continuamente nos llevan de un lado para otro y nos acosan a preguntas y atenciones» (Hernández, 1988: 200). Todo esto le pudo dar que pensar. En todo caso resulta muy inquietante el silencio persistente del poeta en conversaciones privadas tanto en París como en Valencia. Jamás se le oyó hablar entusiasmado, ni siquiera hablar, sobre las experiencias del viaje según acreditan dos testigos diferentes: María Zambrano y Elena Garro.

Sabiendo que los miembros de la expedición de artistas españoles desconocían la lengua rusa, que, en sus viajes y contactos, dependían totalmente del guía e intérprete que les asignaba el Partido, y que la intérprete no los dejaba a sol ni a sombra, como repetidas veces cuenta el poeta a su esposa, tenían pocas oportunidades de obtener ninguna información que no fuera la oficial. El poeta pudo, no obstante, ver y observar escenas y hechos como los arriba citados. Eutimio Martín, después de sopesar las declaraciones, a su juicio crípticas, de Elena Garro y María Zambrano, emite declaraciones que no dejan claro adónde conducen: «No era Miguel Hernández para comulgar con ruedas de molino, y mucho menos, para enunciar, a sabiendas, lo contrario de lo que había vivido» (Martín, 2010: 429-430). Precisamente por eso, yo diría que las declaraciones de las dos escritoras revelan la profunda preocupación del poeta y justificarían plenamente su mutismo.

Frente a estas opiniones José Carlos Rovira denuncia a los que hablan de «la desilusión que el poeta manifestaba al regreso» y de un supuesto antiestalinismo avant la lettre, y piensa, más bien, que Miguel «de lo que no tiene tiempo en ese mes es de dudar de nada como habría hecho quizá en sucesivos decenios y en otras situaciones del siglo XX» (Rovira, 2010: 61 y 65). También Eutimio Martín protesta contra los «comentaristas empeñados en presentar a un Miguel Hernández arrepentido de su militancia comunista», y tras largas reflexiones concluye que «su fidelidad al compromiso comunista no sufrirá merma jamás» (Martín, 2010: 329, 433). Comparto plenamente este parecer. Y sin embargo sospecho que el viaje a la Unión Soviética pudo debilitarle considerablemente su fe en la victoria republicana en la guerra en que se encontraba empeñada al percibir la indiferencia de las democracias europeas y la gran pobreza y carencia de medios de la URSS, el único país que ayudaba a la República. Tal vez con ello se resquebrajó en su interior la fe en el triunfo republicano y el mito del paraíso soviético que habían tratado de mostrarle en todo su esplendor. ¿Pudo ser ésta la causa de su mutismo? Su lealtad a la causa republicana siguió inconmovible, como muestran sus escritos, pero su intimidad pudo muy bien sufrir una conmoción que le aumentaba la desgana de hablar de ello. El único testimonio que tenemos al respecto es el de Octavio Paz. En el Congreso Internacional de 1987 celebrado en Valencia en conmemoración del Congreso Internacional de Intelectuales Antifascistas de 1937, me dijo personalmente Octavio Paz que Miguel Hernández a su paso por París en octubre de 1937 todavía creía en la victoria republicana [o quería creer] y que, después de hablarle sobre su viaje, le había dicho: «Cuando ganemos la guerra, no es eso lo que queremos para España». Si damos valor a este testimonio, del que algunos desconfían, sería el único que revelaría en el trato privado del poeta un cierto distanciamiento del entusiasmo oficial que seguía mostrando en sus escritos.

J. C. B.—UNIVERSIDAD DE VIRGINIA (EE. UU.)

Bibliografía citada

FERRIS, J. L. (2010): Miguel Hernández. Prisiones, cárcel y muerte de un poeta, Madrid, Ediciones Planeta, Temas de Hoy.

GARRO, E. (1992): Memorias de España 1937, México, Siglo Veintiuno Editores, s. a. de c. v.

HERNÁNDEZ, M. (1988): Cartas a Josefina, Madrid, Alianza Editorial.

MARTÍN, E. (2010): Oficio de poeta. Miguel Hernández, Madrid, Santillana Ediciones Generales.

ROVIRA, J. C. (2010): «Sobre el viaje de Miguel Hernández a la Unión Soviética», República de las Letras, Madrid, núm. 116 (abril 2010).

SANTANA ARRIBAS, A. (2004): «Miguel Hernández y Rusia: encuentro de dos almas gemelas», en Presente y futuro de Miguel Hernández, Actas del II Congreso Internacional Miguel Hernández, Orihuela (Alicante), Fundación Cultural Miguel Hernández, 2004.

ZAMBRANO, M. y ORTEGA Y GASSET (1984): Andalucía sueño y realidad.

Ensayo, Granada, Biblioteca de la Cultura Andaluza, Edición E. A. U. S. A.

 
 
 
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