La
recuperación de la memoria común de los españoles ha continuado
siendo en el año 2009 uno de los vectores de mayor relieve para la
novela. Y entre ellas el topos de la guerra civil sigue ocupando
lugar privilegiado. De entre las muchas novelas que ha dado ese
tema durante el año destacaré dos creadas por novelistas de amplia
trayectoria: La sima (Seix-Barral) de José María Merino y La noche
de los tiempos (Seix-Barral) de Antonio Muñoz Molina. En la primera
de las citadas Merino hace converger el confl icto de guerra con el
problema de la herencia, esto es, de cómo las generaciones
posteriores recuperan aquella guerra. En La sima se reúnen dos
estratos de la obra anterior de Merino: por un lado es una historia
sobre herederos, esta vez sobre una familia que vive en su seno la
guerra civil de los antepasados, por el enfrentamiento de sus
miembros, herederos de padre y de abuelo, en bandos distintos
respecto a la guerra del 36. A este estrato proyectado ahora sobre
la historia de Fidel, el narrador, y de su primo José Antonio,
superpone Merino otro: la refl exión sobre cómo ha sido posible y
sigue siéndolo un grado de enfrentamiento, tan cruento y lleno de
rescoldos, de aquellas contiendas que, siendo ya antiguas (como la
carlista o la del 36), pesan notablemente sobre la política
española actual.
Igual
perspectiva de revisión crítica sobre cómo pudo darse la guerra es
la que mueve La noche de los tiempos de Antonio Muñoz Molina. La
novela contiene dos asuntos que nutren su trama y desarrollo: el
amor del arquitecto Ignacio Abel por una joven americana llamada
Judith Biely que le lleva a una relación adúltera llena de
problemas por su clandestinidad y difícil salida, y el
enfrentamiento que vive el Madrid de 1935-1936, en que está situada
toda la acción, entre las dos Españas, la falangista y la
republicana, apresadas ambas en irracional pugna, espoleada por el
enfrentamiento de las dos fuerzas europeas en lucha: el fascismo y
el comunismoanarquismo. La novela narra con meticulosidad varios
meses, con momentos espléndidamente contados (como el deambular de
Ignacio perdido en la noche del 18 de Julio de 1936 y mañana
siguiente); aparecen las muchas tropelías, asesinatos, extorsiones,
cometidas por sicarios de unos y otros, en una ciudad y país sin
ley aplicada. Quizá radique ahí el sentido ético del que esta
novela nace, la contemplación de un desastre con culpa especular de
fanatismos equivalentes.
También
pertenece a un tipo de novela histórica-memorialista la de Carlos
Pujol, titulada Antes del invierno (Ediciones Menoscuarto). Con su
habitual estilo irónico y como quien no quiere la cosa, esta novela
toma el pulso a unas gentes anónimas y unas calles, esta vez de
Barcelona, cuando nos encontramos al fi nal de la Guerra Mundial, y
la ciudad condal se ha llenado de aventuras de espionaje, pero
también de una picaresca de supervivientes encarnados en criaturas
extravagantes que destilan su medio-vivir en pensiones de mala
muerte. La historia minúscula que únicamente la literatura puede
retratar, dice más que la otra sobre la vida de la guerra y de la
paz. La novela titulada El tren del paraíso (Tusquets) de Luciano
G. Egido parte de una dimensión memorialista; con la recuperación
de un episodio muy concreto ocurrido en unos años de fi nales del
siglo XIX se traza un friso coral de la explotación humana. Se
trata de la construcción de la línea férrea que unía Castilla y
Portugal, desde Boadilla a Barca d’Alva, línea que comenzó a
construirse en 1883, tardó su realización largos años, hasta que se
inauguró en 1887, para ser clausurada, luego de una precaria vida
económica, casi un siglo más tarde, en 1985. La novela hace
recuento final de la documentación oficial, de libros y
periodística, que le ha servido de soporte.
Clara
Usón recibió por la novela titulada Corazón de napalm el premio
Biblioteca Breve de Seix Barral. El título de la novela lo toma
Clara Usón de la letra de una canción de los Sex Pistols, grupo
rock de los ochenta, y es buen índice de la dirección que la trama
sigue, puesto que se propone ofrecer una historia en la que tenga
protagonismo especial la generación de los españoles urbanos
(Barcelona es la ciudad ambientada) que tienen la edad de la
autora, esto es que tenían 20 años cuando España vivía ese fulgor
que hemos conocido como «movida».
Otro
modo de memoria, esta vez de naturaleza histórica, es la que traza
la novela de Use Lahoz, titulada Los Baldrich (Alfaguara). La
novela, que asume una poética de saga familiar, se fi ja también en
aquello que enmarca ese destino: la ciudad de Barcelona en el siglo
XX desde los preliminares a la Guerra civil y luego el franquismo,
hasta la emergencia de una nueva burguesía industrial que tiene en
el textil su posibilidad de desarrollo, con Jenaro Baldrich, padre
patrón, fundador de una saga, y una empresa que logra abrirse paso,
en parte por haberse dado cuenta de dónde estaba el poder y el
rendimiento posible de la opción azul frente a la roja…
Junto al
memorialismo y la novela histórica, el segundo gran vector de la
novela española del año 2009 está formado por los confl ictos
individuales de trazo bien psicológico, bien social. En Virginia o
el interior del mundo (Planeta), Álvaro Pombo ha dado otra novela
protagonizada por una mujer inquieta y rebelde. Ambientada en la
época de Alfonso XIII, Virginia es como su abuela Sahagún (otro
personaje magnífi co) y se resiste a la aburrida convención de la
burguesía. Se niega, por ejemplo, al matrimonio, destino obligado
para una mujer. Conoce a un médico, Luis Anselmo, una joven promesa
laico y fi losocialista, con quien conecta en ideas y desarrolla
refl exiones sobre el mundo nuevo. La aparición de un curioso
matrimonio de arribistas, Cayo y Eleonora Barcena, provoca el
siguiente confl icto, que ocupa la segunda mitad de la novela, y
ofrece a Virginia la opción para-religiosa espiritista que afi
rmará su independencia y fi delidad. El mismo autor, Álvaro Pombo,
ha dado en 2009 otra novela que implica un giro notable tanto a su
temática como a su signifi cación, si bien permanece ese estilo
refl exivo donde se plantean temas de naturaleza fi - losófi ca o
bien como en esta novela de carácter metaliterario. La novela a la
que me refi ero se ha publicado con el título La previa muerte del
lugarteniente Aloof (Anagrama). Me parece la novela más triste y
melancólica que ha dado Álvaro Pombo, entregada en un envoltorio de
aventura. Contiene la principal: haber llegado a la conclusión de
que a la edad de un jubilado (el protagonista narrador) la fi cción
puede regalar la historia de una amistad o un amor salvadores, para
un soldado en el ciego deambular de una tropa sin rumbo y patria
cierta.
La
muerte y las cerezas (Ediciones Menoscuarto) de Elena Santiago se
desarrolla fundamentalmente en distintos espacios de Portugal, y
acaba en la bella Coimbra. Esta novela confi rma que el estilo
narrativo de Elena Santiago no está interesado tanto en las
historias, como en las atmósferas en que las viven sus criaturas.
El protagonista es masculino, Antonino, y la novela va recorriendo
la historia de un hueco, en algún momento escribe la narradora «el
hueco de la nada», para signifi car una falta, que aqueja ya a su
madre, Claudia, desquiciada por haber sido abandonada, y que
resulta posesiva con el hijo. Siguen a esta historia sucesivos
aprendizajes de Antonino con diferentes mujeres.
La mujer
calva (Lengua de Trapo) de Cristina Cerrada es una novela
interiorista, que guarda una precisa administración de los
sentimientos y sensaciones de Lailja, en el contexto de una
situación privada, rodeada de cuatro o cinco personajes de su
propia familia y un obrero rumano que viene a casa a hacer unas
reformas. Aunque no lo parezca, es mucho lo que sucede, en realidad
toda la trama propende a resaltar una profunda metamorfosis en el
personaje, con su necesidad de asumir la liberación femenina
respecto a la sexualidad y cuya fuerza mayor reside en la sutileza
con la que va administrando el confl icto interior del personaje
ante las situaciones que se le van imponiendo.
Gustavo
Martín Garzo ha dado en La carta secreta (Lumen) una historia de
amor y dolor, ambientada en la posguerra, en que Ana y Daniel, su
hijo, van alterando la narración de una familia cercenada por la
tragedia de la muerte del hermano. Los secretos y misterios en una
atmósfera donde se equilibra la celebración de la Naturaleza con la
percepción de la condición humana en unas atmósferas muy concretas
de vida urbana de provincia y vida rural.
Una de
las mejores novelas de tipo psicológico de las publicadas en varios
años en España es la titulada El relámpago inmóvil (Destino) de
Pedro García Montalvo. Esta novela tiene al odio como fuente
principal del confl icto. Cuando el lector asiste al pormenor de
los pensamientos contradictorios de Cecilio Toval, sabe que le
ocurre lo que a Antígona: no ha nacido para odiar, pero no puede
remediar el enorme e inconfesable placer que le depara el pensar en
la desgracia de Mateo, el ex senador a quien odia con furia, porque
le ha causado a él y a su familia un gran agravio hasta truncar la
vida de su hijo. El placer de la venganza de Cecilio Toval no es
animal, es humano (la dicha que produce cierto dolor ajeno llega
incluso a ser nombrada de pasada por un psiquiatra con su término
técnico alemán). Los pasajes de sus refl exiones interiores unidos
a los varias escenas en que Inma, su indirecta víctima, va dejando
en el camino las señales de su fragilidad, permanecen en la retina
del lector, tras concluir la novela, proporcionándole una densidad
poco común.
Una
síntesis de los dos vectores hasta ahora recorridos, el que acoge
un momento histórico concreto de España y una indagación en cierto
modo psicológica se ofrece en la novela de Belén Gopegui Deseo de
ser punk (Anagrama), donde la novelista recorre dos caminos
simultáneos: por un lado una vertiente psicológica en la persona de
una adolescente estudiante en el Madrid de hoy, que tiene problemas
de entendimiento con sus padres y que exhibe la rebeldía de la
edad, pero que progresivamente va cambiando con una toma de
conciencia más matizada, una vez que percibe, por el problema de
crisis laboral en que cae el padre, una fragilidad semejante a la
suya. También penetra la obra en la concienciación sobre los
problemas sociológicos de la vida de los jóvenes en la gran ciudad
para lograr su independencia y opción de vida.
El mapa
de la vida (Seix-Barral) de Adolfo García Ortega ofrece también una
síntesis de aquellos dos vectores, pero de otra manera, puesto que
a la vez que se da la memoria de un hecho puntual se sigue la
posibilidad que abre a sus dos protagonistas, personajes
supervivientes que alcanzan el mapa de la vida por amor. Es una de
las novelas que tienen el origen de su confl icto en los atentados
terroristas del 11 de marzo de 2004 en la estación madrileña de
Atocha. Sus impresionantes primeras páginas, rítmicas y muy bien
construidas, van pautando de forma sucesiva distintas muertes y
discursos interiores de heridos que acabaron muertos. Luego la
novela evoluciona hacia la historia amorosa que viven dos de los
supervivientes, que casualmente se encuentran años después y logran
rehacer juntos una vida hecha trozos.
También
la novela de Ricardo Menéndez Salmón titulada El corrector
(Seix-Barral) entra de lleno en los sucesos de terrorismo del 11 de
Marzo en Atocha y en la suerte de mezquindades, mentiras y medias
verdades que siguieron. Es cierre de una trilogía en cuyo centro ha
situado un gran problema: la de la decibilidad del horror, del
dolor, del límite. Platón inició un problema de representación, que
el propio autor de esta novela continúa en su glosa a Spinoza.
También esta novela permite entrar en la que me parece la poética
del autor, que no es otra que la que asalta a quien concibe la
escritura como una ética y se pregunta por la fiabilidad del
medio.
Elvira
Navarro en La ciudad feliz (Mondadori) ha asediado un tema
literario tan fundamental como el del tránsito hacia la
adolescencia, para el que da una obra sólida, que tiene al
extrañamiento, a la desafección, como gran motivo, y que ella ha
sabido ofrecer desde el estilo, por la manera de narrarlo, la
mirada con la que lo que unos episodios pequeños contienen la
totalidad de una edad, contemplada en las dos novelas a través de
dos tipos de familia: la oriental arcaica, patriarcal, y la moderna
burguesa, obligadas ambas a cercenar la inocencia para
producir.
Bajo el
envoltorio de una novela de género en ambas, la novela criminal
2009 ha visto publicadas dos de sus mejores obras, de dos
narradores muy distintos y con larga trayectoria: Ramiro Pinilla,
quien publicó la titulada Sólo un muerto más (Tusquets), y Luis
Mateo Díez con la novela El animal piadoso (Galaxia Gutenberg). Hay
dos coincidencias notables entre ambas: las dos tratan de la
reconstrucción de un crimen anterior que ha sido olvidado por
alguien que está situado fuera del conflicto, y además cada una de
ellas se ambienta en el mundo y espacio imaginario que su autor ha
creado en otras novelas: los hermanos Altube en el caso de Pinilla,
habitantes de Getxo, personajes que lo fueron de su trilogía Verdes
valles, colinas rojas, y Ordial-Argenta, dos ciudades en el entorno
de Celama, donde Luis Mateo Díez acostumbra a ubicar las suyas.
En El
animal piadoso de Luis Mateo Díez se trata de investigar un crimen
ocurrido catorce años atrás y que quedó sin resolverse, por parte
de un policía jubilado, Samuel Moll, que quedó inquieto con aquella
deuda pendiente. Basta un hecho casual, una visita al asilo de
ancianos de Armenta, donde ve a Elicio Cedal, que tuvo algo que ver
con aquel caso, para disparar la comezón del misterio irresuelto y
reiniciar el caso. La novela puede por tanto leerse en su armazón
externa como una intriga porque ciertamente hay en aquel crimen
perpetrado a un matrimonio muchas incógnitas por despejar y
sospechas por las que la trama va avanzando. Sin que deje de
haberla, la trama policial actúa en realidad como soporte de un
viaje interior al centro de almas descarriadas, mejor, esa forma de
extravío que sus personajes han ido acumulando con los años. Luis
Mateo Díez introduce en ese hilo lo misterioso inexplicable, lo
fantasmal, que tiene una doble presencia en El animal piadoso,
porque a la vez que trae personajes que parecen moverse como
destinos fantasmales, o almas en pena, tal es el caso de Nora
Ferad, la comunicación de ultratumba permite también escenas que
recuperan la veta humorística que hacía tiempo que Luis Mateo Díez
había abandonado. La vertiente humorística le permite a esta novela
descansillos respecto al ahondamiento en los territorios de
desolación que la novela, pese a su apariencia más ligera, no sólo
no abandona, sino que profundiza.
Aparte
de la citada de Pombo el año ha dado también dos novelas de
carácter metaliterario, pero muy distintas en estilo y concepción,
por parte de un senior como Gonzalo Hidalgo Bayal y un joven
narrador como es Agustín Fernández Mallo. El espíritu áspero
(Tusquets) de Hidalgo Bayal es sin duda su obra magna, tanto por
dimensiones como por la aseveración en la última página del libro
de su autor implícito de estar veinte años trabajando en ella. Que
ese autor implícito se llame primero Bayal, y luego ya Gonzalo
Hidalgo (p. 542), va parejo con la exposición clara de una poética
narrativa alejada de lo que la gente busca en las novelas. Hay que
decir que ésta es poco común, que se entiende del todo únicamente
al fi nal, conforme su autor va tejiendo los principios de su
hermenéutica y que, como asevera en su curiosa teoría de la ardilla
(p. 540), nada tiene que ver con una historia, sino con aquella
verdad que discurre bajo ella, como si la fi cción hubiese sido
cubierta por una falsa superfi cie juglareña y mascareña. Novela,
pues, con vocación minoritaria, que construye su cuerpo para
quienes tengan unido el entretenimiento no a la trama fácil, sino a
la sabiduría y degustación del lenguaje. Su estilo
verbal-etimológico ha querido anidar una manera fundacional de la
realidad asediada desde el verbo, donde la literatura reina por
doquier, en los guiños que pueblan sus páginas, en los cientos de
lugares concretos convocados, desde Homero y Virgilio, Garcilaso,
Góngora, Quevedo y muy singularmente Machado, aunque en el estilo
nada se le parezca, pero sí en su poética cívica de comprensión del
otro.
El
carácter metaliterario de Agustín Fernández Mallo en Nocilla Lab
(Alfaguara) es muy otro, pues se trata de dar en el cierre de su
autodenominado «proyecto Nocilla», razón de su sentido, y ejemplo
de la poética que anima la trilogía que tal novela clausura. Tiene
la cualidad de trazar puentes entre palabra e imagen y entre el
high and low, introduciendo elementos de la cultura popular,
revisitados sin ingenuidad.
El año
2009 ha visto la recuperación para la novela de Manuel de Lope, un
autor que llevaba casi diez años sin publicar fi cción. La titulada
Otras islas (R.B.A.) es una buena novela. El elemento confi gurador
del libro es el espacio. No lo digo únicamente porque algunas de
sus mejores páginas estén escritas a propósito de la ambientación
de los lugares en que transcurre la trama, sino porque hay una
contigüidad fundamental entre el sentido de la obra y los espacios
en que transcurre. La acción de Otras islas transcurre en dos
lugares: un pequeño pueblo perdido en la serranía de Teruel, a unas
tres horas de Valencia en coche y unas escenas centrales que
transcurren en la capital de desembocadura del Turia. Podría
decirse que lo que Manuel de Lope ha cifrado son dos mundos
distintos, cuyo contraste resulta muy marcado. El rural y el
urbano, también la pobreza y su contrario, el derroche. La trama,
que tiene ingredientes de tensión creciente conforme avanza, se
sirve de que el personaje protagonista, Alfredo Fortes, un
ingeniero que trabaja temporalmente en la sierra dirigiendo las
obras de un túnel, es llamado por Meneses, su jefe en una gran
Compañía, para que haga un servicio especial al que es reclamado en
el puerto de Valencia. La novela está dividida en cuatro capítulos,
titulados: La tierra, El amor, El dinero y La muerte. En pagina 242
leemos a manera de una clave de toda la obra: «después del erotismo
y la muerte la tercera verdad era el dinero». A Eros y Tánatos se
les ha unido el Dinero, que divide a los que pertenecen a la
Tierra, y a los que dominan la Ciudad. Hay una cosmografi a muy
precisa en tales ejes de signifi cación, como si el mundo del que
viene el ingeniero y el pastor fueran las dos esferas en que una
civilización ha defi nido las islas en que la novela se centra.
Tales islas son metafóricas: aparecen como el espacio mítico de la
huida (aquellos caribes de ensoñación de riqueza), pero también
aparecen en la novela como los espacios incomunicados en que vive
cada personaje de ella, porque desde el comienzo vamos asistiendo a
soledades de cada uno en la isla de su incomunicación y
fracaso.
También
tiene una significación simbólica la de Andrés Ibáñez titulada
Memorias de un hombre de madera (Ediciones Menoscuarto),
estableciendo una fábula de carácter fantástico, en que el
protagonista va mostrando el mito del origen a través de un
personaje y sus «rarezas », como ser virgen a los 38 años, no haber
tenido experiencia alguna de alcohol o de tabaco, no poder tener
hijos, etc. Mediante estas pistas y la autodenominación de «hombre
de madera» vamos intuyendo que el narrador es una criatura no
humana, pero dotada de todos los atributos de tal, que quiere saber
y se pregunta por el sentido de su «máquina». La novela va ganando
interés conforme abandona su primer designio de aventura externa y
emprende su verdadera aventura, que es la refl exiva. Es entonces
cuando Esteban funciona como un Sócrates, y podría aludirse al
mecanismo estilístico del diálogo socrático establecido desde
Platón para el tratamiento de un asunto: la confrontación entre el
misterio y las dos búsquedas de sentido que representan los
interlocutores de Sabino, el librero comunista hijo de la
Ilustración, y el de Julián, que es el escritor que no acaba de
encontrar la forma de decir el alma.
Otro
narrador de la misma generación que Ibáñez, Manuel Vilas, ha dado
en Aire nuestro (Alfaguara) una muy buena novela, que sobre todo ha
sabido explotar el ingrediente que mejor la defi ne: la novedad de
su estructura abierta, disjunta, que rompe la estructura novelesca
habitual, casada con el fenómeno del encuentro con la vertiente de
sátira festiva y carnavalesca. Su mundo es muy contemporáneo, ya
que se trata de pasar por el callejón del gato de su retina
literaria los mitos del cine y de la música pop, Elvis Presley o J.
Cash, a quienes imagina en situaciones sarcásticas que no esconden
una veta poética. Otro ingrediente del libro es la crítica
metaliteraria mediante la revisión de los mitos del 27. Lo alto y
lo bajo en un canal festivo lleno de audaces imágenes.
En
cuanto a la narrativa no novelesca, César A. Molina ha continuado
su ciclo «Memorias de fi cción» con el libro titulado Lugares donde
se calma el dolor (Destino). Molina ha sabido conquistar un género,
ganar una voz distintiva, que tiene el soporte externo del libro de
viajes, pero que no se contenta con serlo, porque el yo narra tivo
aquí creado raramente es el centro de la narración, tampoco lo es
principalmente el lugar que visita, en tanto paisaje, o entidad. El
centro de este libro está en la literatura misma, en la voz del
tiempo que con ella y por ella habitan estos muros, aquellas
plazas, una humilde habitación, la solitaria tumba o una esquina
donde una inscripción recuerda a un poeta o un sabio erudito que
casi todos tienen olvidado, pero cuya memoria C. A. Molina porfía
por recuperar, haciéndola hablar desde las piedras o los versos. No
se trata de ir a los lugares únicamente para ver, o para escuchar,
también acude a ellos para preguntar. El libro de un intelectual
crece más con la naturaleza de las preguntas que con la seguridad
de las respuestas, enterradas como han quedado muchas en el
silencio del tiempo.
También
en la narrativa no fi ccional, esta vez en la dimensión de crónica,
destaca Anatomía de un instante (Mondadori) de Javier Cercas, quien
de modo muy efi caz va recorriendo los momentos, hipótesis, hechos
probados, etc., que desembocan en el momento del asalto de Tejero
al hemiciclo de las Cortes aquella tarde conocida como 23 F de 1981
en que terminó, por así decirlo, el franquismo. Es un relato real,
pero sorprendido desde una subjetividad que se platea
narrativamente unos hechos que por sí mismos pueden leerse con la
fuerza de una novela, sin serlo. Es un relato muy bien construido,
que equilibra los elementos probados y los hipótesis plausibles, en
el que sobresale un ritmo muy bien llevado para una tensión
sostenida.
Dentro
de la novela corta y el cuento, 2009 ha dado varios libros
destacables. Eduardo Mendoza en Tres vidas de santos (Seix- Barral)
recupera alguna novela escrita hace años, como «La ballena»,
ambientada en la Barcelona de 1952, año del Congreso Eucarístico.
En estas novelas Mendoza ha abandonado la parodia para insertar una
veta irónica, amable, sobre personajes y situaciones y en la que se
permite una poética narrativa en la titulada «El malentendido».
En el
género cuento destacaré dos libros muy distintos entre sí: el de
Ignacio Vidal Folch titulado Noche sobre noche (Destino) presidido
por un universalismo que recorre en cada cuento un sitio, un
momento de la historia o una atmósfera elocuente del fondo de ella.
Vidal-Folch maneja en distintos cuentos todas las formas de
perspectiva que implican el resultado de un talante reflexivo: la
ironía, el sarcasmo, la utopía (como el cuento se instala en un
viaje por el Tiempo, con visitantes del futuro, instalados en la
cocina de la casa del protagonista, un pobre hombre al que su mujer
va a dejar). Ello implica al mismo tiempo el uso de distintos
tonos: muy buena parte de los cuentos adoptan el humor inteligente,
nacido de una situación que le sirve para dar el tránsito a una
reflexión que lo es del lector, pero que el cuento ha dejado
abierta.
Destaca
asimismo el libro titulado Al final del mar (Ediciones El Olivo
Azul) de Gabriel Sofer. En la primera sección del libro hay varios
cuentos que siguen la tradición judía, con acentos muy variados,
sin que falte como ocurre en «Una cena de Pascual» la ironía.
Comienza la serie con las vicisitudes que parecen de una novela
griega, albergadas en la historia de Sarah Simon, en el cuento que
da título e inicio al libro, como el que considero uno de los
mejores: el titulado «Silencio», en el que Matías Peres sobrevive a
la pesadilla del fi nal del gueto, con un cuento que recorre
minucioso sus movimientos, y que en cierto modo se ha visto
anunciado por la emocionante vivencia del cuento que le precede, el
titulado «El incendio de Homero », de igual situación extrema. En
él un viejo y su perro (Príamo), están a punto de morir de frío y
únicamente las hojas quemadas de un ejemplar de la Ilíada de Homero
(sinécdoque de la literatura) les salvan. Las de G. Sofer son
historias que no podrían haberse contado igual por quien no fuese
muy lector de maestros educados en la estirpe de lo simbólico y
mítico.
Otro
libro de cuentos memorable del 2009 ha sido el publicado por Javier
Sáez Ibarra, titulado Mirar el agua. Cuentos plásticos (Páginas de
Espuma), que ha recibido el primer Premio de Narrativa Breve Ribera
del Duero. Se trata de un volumen de dieciséis relatos unidos por
un marco, la visita de un grupo de chicos a ARCO, la Feria de Arte
de Madrid. Ese hilo sirve de cañamazo para un recorrido por
distintas situaciones de la creación artística, dedicando a cada
una un cuento, que a su vez está motivado por un cuadro. Se trata
de una original refl exión meta-artística y una revisión de algunos
motivos claves del arte del siglo XX, especialmente tras el desafío
que a ellos plantearon las vanguardias. Entre los libros del nuevo
género de microrrelato hay que destacar los reunidos por Ángel
Olgoso en La máquina de languidecer (Páginas de Espuma).
J. M. P.
Y.—UNIVERSIDAD DE MURCIA
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