INSULA

Almanaque 2009
Número 761. Mayo 2010

 
 

JOSÉ MARÍA POZUELO YVANCOS / NARRATIVA ESPAÑOLA, 2009


 

La recuperación de la memoria común de los españoles ha continuado siendo en el año 2009 uno de los vectores de mayor relieve para la novela. Y entre ellas el topos de la guerra civil sigue ocupando lugar privilegiado. De entre las muchas novelas que ha dado ese tema durante el año destacaré dos creadas por novelistas de amplia trayectoria: La sima (Seix-Barral) de José María Merino y La noche de los tiempos (Seix-Barral) de Antonio Muñoz Molina. En la primera de las citadas Merino hace converger el confl icto de guerra con el problema de la herencia, esto es, de cómo las generaciones posteriores recuperan aquella guerra. En La sima se reúnen dos estratos de la obra anterior de Merino: por un lado es una historia sobre herederos, esta vez sobre una familia que vive en su seno la guerra civil de los antepasados, por el enfrentamiento de sus miembros, herederos de padre y de abuelo, en bandos distintos respecto a la guerra del 36. A este estrato proyectado ahora sobre la historia de Fidel, el narrador, y de su primo José Antonio, superpone Merino otro: la refl exión sobre cómo ha sido posible y sigue siéndolo un grado de enfrentamiento, tan cruento y lleno de rescoldos, de aquellas contiendas que, siendo ya antiguas (como la carlista o la del 36), pesan notablemente sobre la política española actual.

Igual perspectiva de revisión crítica sobre cómo pudo darse la guerra es la que mueve La noche de los tiempos de Antonio Muñoz Molina. La novela contiene dos asuntos que nutren su trama y desarrollo: el amor del arquitecto Ignacio Abel por una joven americana llamada Judith Biely que le lleva a una relación adúltera llena de problemas por su clandestinidad y difícil salida, y el enfrentamiento que vive el Madrid de 1935-1936, en que está situada toda la acción, entre las dos Españas, la falangista y la republicana, apresadas ambas en irracional pugna, espoleada por el enfrentamiento de las dos fuerzas europeas en lucha: el fascismo y el comunismoanarquismo. La novela narra con meticulosidad varios meses, con momentos espléndidamente contados (como el deambular de Ignacio perdido en la noche del 18 de Julio de 1936 y mañana siguiente); aparecen las muchas tropelías, asesinatos, extorsiones, cometidas por sicarios de unos y otros, en una ciudad y país sin ley aplicada. Quizá radique ahí el sentido ético del que esta novela nace, la contemplación de un desastre con culpa especular de fanatismos equivalentes.

También pertenece a un tipo de novela histórica-memorialista la de Carlos Pujol, titulada Antes del invierno (Ediciones Menoscuarto). Con su habitual estilo irónico y como quien no quiere la cosa, esta novela toma el pulso a unas gentes anónimas y unas calles, esta vez de Barcelona, cuando nos encontramos al fi nal de la Guerra Mundial, y la ciudad condal se ha llenado de aventuras de espionaje, pero también de una picaresca de supervivientes encarnados en criaturas extravagantes que destilan su medio-vivir en pensiones de mala muerte. La historia minúscula que únicamente la literatura puede retratar, dice más que la otra sobre la vida de la guerra y de la paz. La novela titulada El tren del paraíso (Tusquets) de Luciano G. Egido parte de una dimensión memorialista; con la recuperación de un episodio muy concreto ocurrido en unos años de fi nales del siglo XIX se traza un friso coral de la explotación humana. Se trata de la construcción de la línea férrea que unía Castilla y Portugal, desde Boadilla a Barca d’Alva, línea que comenzó a construirse en 1883, tardó su realización largos años, hasta que se inauguró en 1887, para ser clausurada, luego de una precaria vida económica, casi un siglo más tarde, en 1985. La novela hace recuento final de la documentación oficial, de libros y periodística, que le ha servido de soporte.

Clara Usón recibió por la novela titulada Corazón de napalm el premio Biblioteca Breve de Seix Barral. El título de la novela lo toma Clara Usón de la letra de una canción de los Sex Pistols, grupo rock de los ochenta, y es buen índice de la dirección que la trama sigue, puesto que se propone ofrecer una historia en la que tenga protagonismo especial la generación de los españoles urbanos (Barcelona es la ciudad ambientada) que tienen la edad de la autora, esto es que tenían 20 años cuando España vivía ese fulgor que hemos conocido como «movida».

Otro modo de memoria, esta vez de naturaleza histórica, es la que traza la novela de Use Lahoz, titulada Los Baldrich (Alfaguara). La novela, que asume una poética de saga familiar, se fi ja también en aquello que enmarca ese destino: la ciudad de Barcelona en el siglo XX desde los preliminares a la Guerra civil y luego el franquismo, hasta la emergencia de una nueva burguesía industrial que tiene en el textil su posibilidad de desarrollo, con Jenaro Baldrich, padre patrón, fundador de una saga, y una empresa que logra abrirse paso, en parte por haberse dado cuenta de dónde estaba el poder y el rendimiento posible de la opción azul frente a la roja…

Junto al memorialismo y la novela histórica, el segundo gran vector de la novela española del año 2009 está formado por los confl ictos individuales de trazo bien psicológico, bien social. En Virginia o el interior del mundo (Planeta), Álvaro Pombo ha dado otra novela protagonizada por una mujer inquieta y rebelde. Ambientada en la época de Alfonso XIII, Virginia es como su abuela Sahagún (otro personaje magnífi co) y se resiste a la aburrida convención de la burguesía. Se niega, por ejemplo, al matrimonio, destino obligado para una mujer. Conoce a un médico, Luis Anselmo, una joven promesa laico y fi losocialista, con quien conecta en ideas y desarrolla refl exiones sobre el mundo nuevo. La aparición de un curioso matrimonio de arribistas, Cayo y Eleonora Barcena, provoca el siguiente confl icto, que ocupa la segunda mitad de la novela, y ofrece a Virginia la opción para-religiosa espiritista que afi rmará su independencia y fi delidad. El mismo autor, Álvaro Pombo, ha dado en 2009 otra novela que implica un giro notable tanto a su temática como a su signifi cación, si bien permanece ese estilo refl exivo donde se plantean temas de naturaleza fi - losófi ca o bien como en esta novela de carácter metaliterario. La novela a la que me refi ero se ha publicado con el título La previa muerte del lugarteniente Aloof (Anagrama). Me parece la novela más triste y melancólica que ha dado Álvaro Pombo, entregada en un envoltorio de aventura. Contiene la principal: haber llegado a la conclusión de que a la edad de un jubilado (el protagonista narrador) la fi cción puede regalar la historia de una amistad o un amor salvadores, para un soldado en el ciego deambular de una tropa sin rumbo y patria cierta.

La muerte y las cerezas (Ediciones Menoscuarto) de Elena Santiago se desarrolla fundamentalmente en distintos espacios de Portugal, y acaba en la bella Coimbra. Esta novela confi rma que el estilo narrativo de Elena Santiago no está interesado tanto en las historias, como en las atmósferas en que las viven sus criaturas. El protagonista es masculino, Antonino, y la novela va recorriendo la historia de un hueco, en algún momento escribe la narradora «el hueco de la nada», para signifi car una falta, que aqueja ya a su madre, Claudia, desquiciada por haber sido abandonada, y que resulta posesiva con el hijo. Siguen a esta historia sucesivos aprendizajes de Antonino con diferentes mujeres.

La mujer calva (Lengua de Trapo) de Cristina Cerrada es una novela interiorista, que guarda una precisa administración de los sentimientos y sensaciones de Lailja, en el contexto de una situación privada, rodeada de cuatro o cinco personajes de su propia familia y un obrero rumano que viene a casa a hacer unas reformas. Aunque no lo parezca, es mucho lo que sucede, en realidad toda la trama propende a resaltar una profunda metamorfosis en el personaje, con su necesidad de asumir la liberación femenina respecto a la sexualidad y cuya fuerza mayor reside en la sutileza con la que va administrando el confl icto interior del personaje ante las situaciones que se le van imponiendo.

Gustavo Martín Garzo ha dado en La carta secreta (Lumen) una historia de amor y dolor, ambientada en la posguerra, en que Ana y Daniel, su hijo, van alterando la narración de una familia cercenada por la tragedia de la muerte del hermano. Los secretos y misterios en una atmósfera donde se equilibra la celebración de la Naturaleza con la percepción de la condición humana en unas atmósferas muy concretas de vida urbana de provincia y vida rural.

Una de las mejores novelas de tipo psicológico de las publicadas en varios años en España es la titulada El relámpago inmóvil (Destino) de Pedro García Montalvo. Esta novela tiene al odio como fuente principal del confl icto. Cuando el lector asiste al pormenor de los pensamientos contradictorios de Cecilio Toval, sabe que le ocurre lo que a Antígona: no ha nacido para odiar, pero no puede remediar el enorme e inconfesable placer que le depara el pensar en la desgracia de Mateo, el ex senador a quien odia con furia, porque le ha causado a él y a su familia un gran agravio hasta truncar la vida de su hijo. El placer de la venganza de Cecilio Toval no es animal, es humano (la dicha que produce cierto dolor ajeno llega incluso a ser nombrada de pasada por un psiquiatra con su término técnico alemán). Los pasajes de sus refl exiones interiores unidos a los varias escenas en que Inma, su indirecta víctima, va dejando en el camino las señales de su fragilidad, permanecen en la retina del lector, tras concluir la novela, proporcionándole una densidad poco común.

Una síntesis de los dos vectores hasta ahora recorridos, el que acoge un momento histórico concreto de España y una indagación en cierto modo psicológica se ofrece en la novela de Belén Gopegui Deseo de ser punk (Anagrama), donde la novelista recorre dos caminos simultáneos: por un lado una vertiente psicológica en la persona de una adolescente estudiante en el Madrid de hoy, que tiene problemas de entendimiento con sus padres y que exhibe la rebeldía de la edad, pero que progresivamente va cambiando con una toma de conciencia más matizada, una vez que percibe, por el problema de crisis laboral en que cae el padre, una fragilidad semejante a la suya. También penetra la obra en la concienciación sobre los problemas sociológicos de la vida de los jóvenes en la gran ciudad para lograr su independencia y opción de vida.

El mapa de la vida (Seix-Barral) de Adolfo García Ortega ofrece también una síntesis de aquellos dos vectores, pero de otra manera, puesto que a la vez que se da la memoria de un hecho puntual se sigue la posibilidad que abre a sus dos protagonistas, personajes supervivientes que alcanzan el mapa de la vida por amor. Es una de las novelas que tienen el origen de su confl icto en los atentados terroristas del 11 de marzo de 2004 en la estación madrileña de Atocha. Sus impresionantes primeras páginas, rítmicas y muy bien construidas, van pautando de forma sucesiva distintas muertes y discursos interiores de heridos que acabaron muertos. Luego la novela evoluciona hacia la historia amorosa que viven dos de los supervivientes, que casualmente se encuentran años después y logran rehacer juntos una vida hecha trozos.

También la novela de Ricardo Menéndez Salmón titulada El corrector (Seix-Barral) entra de lleno en los sucesos de terrorismo del 11 de Marzo en Atocha y en la suerte de mezquindades, mentiras y medias verdades que siguieron. Es cierre de una trilogía en cuyo centro ha situado un gran problema: la de la decibilidad del horror, del dolor, del límite. Platón inició un problema de representación, que el propio autor de esta novela continúa en su glosa a Spinoza. También esta novela permite entrar en la que me parece la poética del autor, que no es otra que la que asalta a quien concibe la escritura como una ética y se pregunta por la fiabilidad del medio.

Elvira Navarro en La ciudad feliz (Mondadori) ha asediado un tema literario tan fundamental como el del tránsito hacia la adolescencia, para el que da una obra sólida, que tiene al extrañamiento, a la desafección, como gran motivo, y que ella ha sabido ofrecer desde el estilo, por la manera de narrarlo, la mirada con la que lo que unos episodios pequeños contienen la totalidad de una edad, contemplada en las dos novelas a través de dos tipos de familia: la oriental arcaica, patriarcal, y la moderna burguesa, obligadas ambas a cercenar la inocencia para producir.

Bajo el envoltorio de una novela de género en ambas, la novela criminal 2009 ha visto publicadas dos de sus mejores obras, de dos narradores muy distintos y con larga trayectoria: Ramiro Pinilla, quien publicó la titulada Sólo un muerto más (Tusquets), y Luis Mateo Díez con la novela El animal piadoso (Galaxia Gutenberg). Hay dos coincidencias notables entre ambas: las dos tratan de la reconstrucción de un crimen anterior que ha sido olvidado por alguien que está situado fuera del conflicto, y además cada una de ellas se ambienta en el mundo y espacio imaginario que su autor ha creado en otras novelas: los hermanos Altube en el caso de Pinilla, habitantes de Getxo, personajes que lo fueron de su trilogía Verdes valles, colinas rojas, y Ordial-Argenta, dos ciudades en el entorno de Celama, donde Luis Mateo Díez acostumbra a ubicar las suyas.

En El animal piadoso de Luis Mateo Díez se trata de investigar un crimen ocurrido catorce años atrás y que quedó sin resolverse, por parte de un policía jubilado, Samuel Moll, que quedó inquieto con aquella deuda pendiente. Basta un hecho casual, una visita al asilo de ancianos de Armenta, donde ve a Elicio Cedal, que tuvo algo que ver con aquel caso, para disparar la comezón del misterio irresuelto y reiniciar el caso. La novela puede por tanto leerse en su armazón externa como una intriga porque ciertamente hay en aquel crimen perpetrado a un matrimonio muchas incógnitas por despejar y sospechas por las que la trama va avanzando. Sin que deje de haberla, la trama policial actúa en realidad como soporte de un viaje interior al centro de almas descarriadas, mejor, esa forma de extravío que sus personajes han ido acumulando con los años. Luis Mateo Díez introduce en ese hilo lo misterioso inexplicable, lo fantasmal, que tiene una doble presencia en El animal piadoso, porque a la vez que trae personajes que parecen moverse como destinos fantasmales, o almas en pena, tal es el caso de Nora Ferad, la comunicación de ultratumba permite también escenas que recuperan la veta humorística que hacía tiempo que Luis Mateo Díez había abandonado. La vertiente humorística le permite a esta novela descansillos respecto al ahondamiento en los territorios de desolación que la novela, pese a su apariencia más ligera, no sólo no abandona, sino que profundiza.

Aparte de la citada de Pombo el año ha dado también dos novelas de carácter metaliterario, pero muy distintas en estilo y concepción, por parte de un senior como Gonzalo Hidalgo Bayal y un joven narrador como es Agustín Fernández Mallo. El espíritu áspero (Tusquets) de Hidalgo Bayal es sin duda su obra magna, tanto por dimensiones como por la aseveración en la última página del libro de su autor implícito de estar veinte años trabajando en ella. Que ese autor implícito se llame primero Bayal, y luego ya Gonzalo Hidalgo (p. 542), va parejo con la exposición clara de una poética narrativa alejada de lo que la gente busca en las novelas. Hay que decir que ésta es poco común, que se entiende del todo únicamente al fi nal, conforme su autor va tejiendo los principios de su hermenéutica y que, como asevera en su curiosa teoría de la ardilla (p. 540), nada tiene que ver con una historia, sino con aquella verdad que discurre bajo ella, como si la fi cción hubiese sido cubierta por una falsa superfi cie juglareña y mascareña. Novela, pues, con vocación minoritaria, que construye su cuerpo para quienes tengan unido el entretenimiento no a la trama fácil, sino a la sabiduría y degustación del lenguaje. Su estilo verbal-etimológico ha querido anidar una manera fundacional de la realidad asediada desde el verbo, donde la literatura reina por doquier, en los guiños que pueblan sus páginas, en los cientos de lugares concretos convocados, desde Homero y Virgilio, Garcilaso, Góngora, Quevedo y muy singularmente Machado, aunque en el estilo nada se le parezca, pero sí en su poética cívica de comprensión del otro.

El carácter metaliterario de Agustín Fernández Mallo en Nocilla Lab (Alfaguara) es muy otro, pues se trata de dar en el cierre de su autodenominado «proyecto Nocilla», razón de su sentido, y ejemplo de la poética que anima la trilogía que tal novela clausura. Tiene la cualidad de trazar puentes entre palabra e imagen y entre el high and low, introduciendo elementos de la cultura popular, revisitados sin ingenuidad.

El año 2009 ha visto la recuperación para la novela de Manuel de Lope, un autor que llevaba casi diez años sin publicar fi cción. La titulada Otras islas (R.B.A.) es una buena novela. El elemento confi gurador del libro es el espacio. No lo digo únicamente porque algunas de sus mejores páginas estén escritas a propósito de la ambientación de los lugares en que transcurre la trama, sino porque hay una contigüidad fundamental entre el sentido de la obra y los espacios en que transcurre. La acción de Otras islas transcurre en dos lugares: un pequeño pueblo perdido en la serranía de Teruel, a unas tres horas de Valencia en coche y unas escenas centrales que transcurren en la capital de desembocadura del Turia. Podría decirse que lo que Manuel de Lope ha cifrado son dos mundos distintos, cuyo contraste resulta muy marcado. El rural y el urbano, también la pobreza y su contrario, el derroche. La trama, que tiene ingredientes de tensión creciente conforme avanza, se sirve de que el personaje protagonista, Alfredo Fortes, un ingeniero que trabaja temporalmente en la sierra dirigiendo las obras de un túnel, es llamado por Meneses, su jefe en una gran Compañía, para que haga un servicio especial al que es reclamado en el puerto de Valencia. La novela está dividida en cuatro capítulos, titulados: La tierra, El amor, El dinero y La muerte. En pagina 242 leemos a manera de una clave de toda la obra: «después del erotismo y la muerte la tercera verdad era el dinero». A Eros y Tánatos se les ha unido el Dinero, que divide a los que pertenecen a la Tierra, y a los que dominan la Ciudad. Hay una cosmografi a muy precisa en tales ejes de signifi cación, como si el mundo del que viene el ingeniero y el pastor fueran las dos esferas en que una civilización ha defi nido las islas en que la novela se centra. Tales islas son metafóricas: aparecen como el espacio mítico de la huida (aquellos caribes de ensoñación de riqueza), pero también aparecen en la novela como los espacios incomunicados en que vive cada personaje de ella, porque desde el comienzo vamos asistiendo a soledades de cada uno en la isla de su incomunicación y fracaso.

También tiene una significación simbólica la de Andrés Ibáñez titulada Memorias de un hombre de madera (Ediciones Menoscuarto), estableciendo una fábula de carácter fantástico, en que el protagonista va mostrando el mito del origen a través de un personaje y sus «rarezas », como ser virgen a los 38 años, no haber tenido experiencia alguna de alcohol o de tabaco, no poder tener hijos, etc. Mediante estas pistas y la autodenominación de «hombre de madera» vamos intuyendo que el narrador es una criatura no humana, pero dotada de todos los atributos de tal, que quiere saber y se pregunta por el sentido de su «máquina». La novela va ganando interés conforme abandona su primer designio de aventura externa y emprende su verdadera aventura, que es la refl exiva. Es entonces cuando Esteban funciona como un Sócrates, y podría aludirse al mecanismo estilístico del diálogo socrático establecido desde Platón para el tratamiento de un asunto: la confrontación entre el misterio y las dos búsquedas de sentido que representan los interlocutores de Sabino, el librero comunista hijo de la Ilustración, y el de Julián, que es el escritor que no acaba de encontrar la forma de decir el alma.

Otro narrador de la misma generación que Ibáñez, Manuel Vilas, ha dado en Aire nuestro (Alfaguara) una muy buena novela, que sobre todo ha sabido explotar el ingrediente que mejor la defi ne: la novedad de su estructura abierta, disjunta, que rompe la estructura novelesca habitual, casada con el fenómeno del encuentro con la vertiente de sátira festiva y carnavalesca. Su mundo es muy contemporáneo, ya que se trata de pasar por el callejón del gato de su retina literaria los mitos del cine y de la música pop, Elvis Presley o J. Cash, a quienes imagina en situaciones sarcásticas que no esconden una veta poética. Otro ingrediente del libro es la crítica metaliteraria mediante la revisión de los mitos del 27. Lo alto y lo bajo en un canal festivo lleno de audaces imágenes.

En cuanto a la narrativa no novelesca, César A. Molina ha continuado su ciclo «Memorias de fi cción» con el libro titulado Lugares donde se calma el dolor (Destino). Molina ha sabido conquistar un género, ganar una voz distintiva, que tiene el soporte externo del libro de viajes, pero que no se contenta con serlo, porque el yo narra tivo aquí creado raramente es el centro de la narración, tampoco lo es principalmente el lugar que visita, en tanto paisaje, o entidad. El centro de este libro está en la literatura misma, en la voz del tiempo que con ella y por ella habitan estos muros, aquellas plazas, una humilde habitación, la solitaria tumba o una esquina donde una inscripción recuerda a un poeta o un sabio erudito que casi todos tienen olvidado, pero cuya memoria C. A. Molina porfía por recuperar, haciéndola hablar desde las piedras o los versos. No se trata de ir a los lugares únicamente para ver, o para escuchar, también acude a ellos para preguntar. El libro de un intelectual crece más con la naturaleza de las preguntas que con la seguridad de las respuestas, enterradas como han quedado muchas en el silencio del tiempo.

También en la narrativa no fi ccional, esta vez en la dimensión de crónica, destaca Anatomía de un instante (Mondadori) de Javier Cercas, quien de modo muy efi caz va recorriendo los momentos, hipótesis, hechos probados, etc., que desembocan en el momento del asalto de Tejero al hemiciclo de las Cortes aquella tarde conocida como 23 F de 1981 en que terminó, por así decirlo, el franquismo. Es un relato real, pero sorprendido desde una subjetividad que se platea narrativamente unos hechos que por sí mismos pueden leerse con la fuerza de una novela, sin serlo. Es un relato muy bien construido, que equilibra los elementos probados y los hipótesis plausibles, en el que sobresale un ritmo muy bien llevado para una tensión sostenida.

Dentro de la novela corta y el cuento, 2009 ha dado varios libros destacables. Eduardo Mendoza en Tres vidas de santos (Seix- Barral) recupera alguna novela escrita hace años, como «La ballena», ambientada en la Barcelona de 1952, año del Congreso Eucarístico. En estas novelas Mendoza ha abandonado la parodia para insertar una veta irónica, amable, sobre personajes y situaciones y en la que se permite una poética narrativa en la titulada «El malentendido».

En el género cuento destacaré dos libros muy distintos entre sí: el de Ignacio Vidal Folch titulado Noche sobre noche (Destino) presidido por un universalismo que recorre en cada cuento un sitio, un momento de la historia o una atmósfera elocuente del fondo de ella. Vidal-Folch maneja en distintos cuentos todas las formas de perspectiva que implican el resultado de un talante reflexivo: la ironía, el sarcasmo, la utopía (como el cuento se instala en un viaje por el Tiempo, con visitantes del futuro, instalados en la cocina de la casa del protagonista, un pobre hombre al que su mujer va a dejar). Ello implica al mismo tiempo el uso de distintos tonos: muy buena parte de los cuentos adoptan el humor inteligente, nacido de una situación que le sirve para dar el tránsito a una reflexión que lo es del lector, pero que el cuento ha dejado abierta.

Destaca asimismo el libro titulado Al final del mar (Ediciones El Olivo Azul) de Gabriel Sofer. En la primera sección del libro hay varios cuentos que siguen la tradición judía, con acentos muy variados, sin que falte como ocurre en «Una cena de Pascual» la ironía. Comienza la serie con las vicisitudes que parecen de una novela griega, albergadas en la historia de Sarah Simon, en el cuento que da título e inicio al libro, como el que considero uno de los mejores: el titulado «Silencio», en el que Matías Peres sobrevive a la pesadilla del fi nal del gueto, con un cuento que recorre minucioso sus movimientos, y que en cierto modo se ha visto anunciado por la emocionante vivencia del cuento que le precede, el titulado «El incendio de Homero », de igual situación extrema. En él un viejo y su perro (Príamo), están a punto de morir de frío y únicamente las hojas quemadas de un ejemplar de la Ilíada de Homero (sinécdoque de la literatura) les salvan. Las de G. Sofer son historias que no podrían haberse contado igual por quien no fuese muy lector de maestros educados en la estirpe de lo simbólico y mítico.

Otro libro de cuentos memorable del 2009 ha sido el publicado por Javier Sáez Ibarra, titulado Mirar el agua. Cuentos plásticos (Páginas de Espuma), que ha recibido el primer Premio de Narrativa Breve Ribera del Duero. Se trata de un volumen de dieciséis relatos unidos por un marco, la visita de un grupo de chicos a ARCO, la Feria de Arte de Madrid. Ese hilo sirve de cañamazo para un recorrido por distintas situaciones de la creación artística, dedicando a cada una un cuento, que a su vez está motivado por un cuadro. Se trata de una original refl exión meta-artística y una revisión de algunos motivos claves del arte del siglo XX, especialmente tras el desafío que a ellos plantearon las vanguardias. Entre los libros del nuevo género de microrrelato hay que destacar los reunidos por Ángel Olgoso en La máquina de languidecer (Páginas de Espuma).

J. M. P. Y.—UNIVERSIDAD DE MURCIA

 
 
 
  Insula: revista de letras y ciencias humanas