INSULA Austral: Un capítulo en la historia de la cultura. Número 622. Octubre 98
 
 

MANUEL DURÁN BLÁZQUEZ Y JUAN MIGUEL SÁNCHEZ VIGIL/
EN VANGUARDIA DE LA CULTURA: APUNTES PARA UNA HISTORIA DE AUSTRAL



De la Colección Universal a Austral

En 1936 Espasa-Calpe contaba diez años de vida. La fusión entre la editorial Espasa y la Compañía Anónima de Librería, Publicaciones y Ediciones (Calpe) se había realizado en diciembre de 1925 con el fin de ocupar un lugar preponderante en el sector editorial. Desde 1918, año de la fundación de Calpe, eran asesores de la empresa Manuel García Morente, director de la Colección Universal; José Ortega y Gasset, responsable de la Biblioteca de Ideas del Siglo xix; Manuel Bartolomé Cossío; Dantín Cereceda, y Santiago Ramón y Cajal. La Colección Universal había salido a la calle en 1919 con el Poema del Cid, prosificado por Alfonso Reyes, y fue incorporando hasta 1935 obras, entre otros, de Gómez de la Serna, Lorca, Valle-Inclán, Unamuno, Baroja y los Machado. Su último título fue El comendador Mendoza, de Juan Valera, que llevaba el número 1377.

Durante estos años, la nueva editorial había publicado los diez apéndices de la Enciclopedia Universal Ilustrada, bajo la dirección artística de Pérez Hervás, sumando 82 volúmenes, e iniciaba el lanzamiento de los suplementos periódicos. En el fondo de la Colección Universal figuraban autores clásicos españoles y extranjeros, más las firmas de la generación del 98 y los nuevos creadores del 27 ya citados. Cambió esta situación de forma radical con el estallido de la guerra, cuando Madrid quedó en zona republicana y por lo tanto fuera del control de los Consejos de Administración que se celebraron en las sedes de Papelera Española en Bilbao y San Sebastián.

El 15 de abril de 1937, en plena guerra, el segundo de los Consejos de Administración celebrados en San Sebastián hasta 1939, bajo la presidencia de don Serapio Huici, dio poderes a Julián Urgoiti Rentería y Gonzalo Losada Benítez para transformar la sucursal de Buenos Aires en Sociedad Anónima con el nombre de Compañía Anónima Editora Espasa-Calpe Argentina. El objetivo era dotarla de mayor independencia en su actuación y centralizar la labor en América de la forma más conveniente a los intereses de la editorial, ya que la guerra impedía editar en España.

José Ortega y Gasset mantuvo la relación con Espasa a pesar de exiliarse en París y Buenos Aires, y desde el exilio comenzó a gestar la creación de la Colección Austral, elaborando una relación de títulos extraídos de otras colecciones: Universal, Biblioteca de Ideas del Siglo xx y Biblioteca de Autores Contemporáneos. El editor José Ruiz Castillo, amigo de Ortega, lo cuenta en sus memorias:

«También algunos exiliados españoles, profesionales del libro o escritores, pudieron inaugurar una nueva vida de trabajo en el continente americano, especialmente de habla española, colaborando con las editoriales indígenas o con las fundadas por otros españoles, colaboración en la que figuraron por ejemplo Alberti y el filósofo José Ortega y Gasset. Ortega, que desde hacía años era consejero de la casa Espasa-Calpe de Madrid, se incorporó a las tareas de la sucursal de dicha editorial, que antes del año 1936 ya funcionaba en Buenos Aires, fundando y dirigiendo la famosa Colección Austral, en cierto modo una nueva versión de la no menos famosa Colección Universal» (1).

Por entonces Espasa contaba con delegaciones en Bolivia, Brasil, Chile, México, Paraguay, Perú y Uruguay, y representaba en América a las principales firmas españolas. El 30 de septiembre de 1937 salió a la luz en Buenos Aires el primer título: La rebelión de las masas, de José Ortega y Gasset, libro que ya había sido editado en 1930 y su contenido anticipado en artículos y conferencias. La novedad de Austral consistía en lanzar al mercado libros de bolsillo (11,5 ¥ 18 cm.), a bajo precio y de contenido diverso representado por distintos colores: azul (novelas y cuentos en general), verde (ensayos y filosofía), naranja (biografías y vidas novelescas), negra (viajes y reportajes), amarilla (política y documentos del tiempo), violeta (teatro y poesía), gris (clásicos), roja (novelas policiacas, de aventuras, etc.). Posteriormente, en 1940, añadiría el color marrón (ciencia y técnica). Como logotipo adoptó el símbolo de la constelación zodiacal Capricornio, visible desde el cielo argentino, que ha permanecido en todos y cada uno de los diseños.

Aunque en el pie de imprenta de la primera edición figura como fecha el 30 de septiembre de 1937, el contrato con Ortega data del 25 de noviembre, firmado por el autor en París. Este período coincide con la retirada en España de algunas obras puestas en circulación por los responsables de Espasa-Calpe Argentina por problemas con la censura y contractuales. Como ejemplo, la prohibición del número 3, Santa Juana de Bernard Shaw, cambiado por las Rimas y Leyendas, de Bécquer; la retirada del número 5 antes de pasar por censura, El matrimonio de compañía, de Ben B. Lindsey y W. Evans, sustituido por el Poema del Cid (número 1 de la Colección Universal); el número 13, Mis vuelos en el Atlántico, de Mermoz, por El grillo del hogar, de Carlos Dickens, y la obra Pann, del Premio Nobel Knut Hamsun, publicada con el número 25 y reemplazada por La bien amada, de Thomas Hardy.

Ortega y Gasset y Rey Pastor, asesores de Letras y Ciencias

En noviembre de 1937 los apoderados decidieron aumentar el capital social por su cuenta, lo que unido a la publicación de varias obras sin contar con el Consejo de Administración obligó a relevarles en sus cargos y a enviar a Manuel Olarra para solventar la situación y hacerse cargo del negocio. Tras un estudio de urgencia, Olarra propuso el aumento de los títulos con el fin de cubrir la baja producción española. En muy poco tiempo la colección tomó cuerpo y pudo, gracias a su económico precio, competir con las obras piratas que inundaban el mercado americano. A pesar de la situación económica en que se encontraba España, se comercializó con gran éxito, incluyendo en cada ejemplar una tarjeta dirigida a los lectores para que dieran su opinión sobre los contenidos:

«Estableciendo nuevas normas, los directores de la Colección Austral desearían hacer de cada lector un amigo, un colaborador. Por ello, si este libro le ha interesado, como suponemos, y le agradase seguir adquiriendo los demás que vayan apareciendo en la Colección Austral, nos permitimos preguntarle: ¿Qué genero de obras desearía usted leer con preferencia? Más concretamente: ¿Qué autores y qué títulos quisiera usted encontrar en los próximos volúmenes de la Colección Austral?»

Alcanzó la colección un ritmo vertiginoso, pues a mediados de 1938 se recibieron cerca de treinta títulos desde Buenos Aires para su venta en España. La lentitud de la censura en tramitar la entrega de los libros obligó a realizar gestiones oficiales para conseguir mayor diligencia. En algunos casos «sugería» la censura determinados cambios: «Agradeceríamos con respecto al libro del señor Menéndez Pidal, Estudios Literarios, se colocase sobre la vuelta de la portada un anuncio de la entidad editora que cubriese determinadas informaciones con referencia a la obra del Centro de Estudios Históricos. Además, estando pendiente de decisión el cargo con que ha de figurar el señor Menéndez Pidal, no se cree oportuno que se haga él mismo la publicidad a que da lugar el texto de la biografía que consta en la vuelta de cubierta» (2).

En mayo de 1938, Ortega redactó un nuevo prólogo para La rebelión de las masas. Apareció en la tercera edición (31 de enero de 1939), en cuya solapa leemos: «La que hoy ofrecemos a los lectores se enriquece con un prólogo y un epílogo especiales que no figuran en las anteriores y debe ser considerada como la única legítima, autorizada por el autor, quien ha revisado personalmente el texto.»

La importación de libros también aumentó considerablemente. En julio de 1938 se encontraban retenidos en la aduana más de mil paquetes, lo que llevó a reclamar de nuevo la colaboración de los responsables del Ministerio de Industria y Comercio para acelerar las autorizaciones de despacho. El problema persistió y el Consejo de Administración envió instancia al jefe de Ediciones del Ministerio del Interior, Juan Beneyto, haciendo constar los graves perjuicios y acordando «excitar el celo del Ministerio para lograr el despacho de los libros enviados de la sucursal de Buenos Aires sin más dilaciones».

Entre noviembre de 1937 y diciembre de 1939 se publicaron un centenar de obras, si bien ya se habían seleccionado cerca de 250 títulos, según consta en los propios libros. Por lo que respecta a la numeración, debieron de producirse saltos según la programación editorial de los títulos, pues la primera edición del número 100 (Flor Nueva de Romances Viejos, de Menéndez Pidal) apareció en Buenos Aires el 25 de agosto de 1938, mientras que el 101 lleva la fecha del 2 de enero de 1940, que coincide con el orden cronológico general. El número de títulos en los tres años citados fue el siguiente:

  Años Número de Título
  1937 11-28
  1938  29-52
  1939 53-99

En septiembre de 1938 regresó Manuel Olarra de América para informar al Consejo de Administración de sus gestiones. La dificultad para imprimir en zona nacional favoreció su tesis de continuar produciendo en Argentina, si bien advirtió de la impunidad con que editaban los editores clandestinos y de la creación de la editorial Losada por el antiguo apoderado de Espasa-Calpe Gonzalo Losada. Olarra pidió aumentar con carácter transitorio las publicaciones de la Colección Austral, incrementándola con veinte obras y sin perjuicio de ampliarla más adelante. Poco antes de regresar a Buenos Aires, en noviembre de 1938, Olarra entabló conversaciones con Laín Entralgo y Juan Beneyto para la edición y distribución de obras españolas en América, y visitó en Vitoria a los ministros de Educación y Justicia, Pedro Sainz Rodríguez y el conde de Rodezno, para solicitar la colaboración del Estado.

La difícil posguerra

Es significativo el hecho de que algunas obras dejaran de venderse al término de la guerra, como Marianela de Pérez Galdós (número 15 de la colección), teniendo en cuenta que el 22 de noviembre de 1938 se habían recibido 1.000 ejemplares de ese título y 750 de El Cristianismo y el problema del Comunismo, de Berdiaeff. Al mismo tiempo continuaron las negociaciones con las familias de prestigiosos autores, como Palacio Valdés y Cajal, con los que se acordó publicar con exclusiva por un año La hermana San Sulpicio, del que se imprimieron 10.000 ejemplares en diciembre, y Recuerdos de mi vida, respectivamente.

La demanda de la Colección en Buenos Aires fue en aumento, hasta el punto de venderse diariamente una media de 1.500 ejemplares. Esta noticia hizo que el Consejo de Administración se planteara en varias ocasiones editar en España. Asimismo, las reimpresiones eran constantes, con tiradas de 5.000 ejemplares (Don Quijote, Don Juan y la Celestina, de Maeztu) e incluso de 6.000 (Disraeli, de Maurois, número 2 de la colección). En la reunión del Consejo celebrada el 9 de marzo de 1939 se hizo constar con carácter anecdótico que el día 4 de ese mes se habían solicitado 905 ejemplares de varios títulos en tan sólo dos librerías.

Las reimpresiones de los libros agotados se realizaban en España, según consta en el acta del 31 de marzo de 1939: «Para poder cumplir así con el deseo reiteradamente expuesto de atender a nuestro mercado nacional y exportar a la Argentina al objeto de proporcionarnos divisas.» El tema de los derechos de autor fue objeto de controversia con los herederos. En diciembre de 1939, con motivo de la publicación de la obra de Pereda Don Gonzalo González de la Gonzalera (núm. 58), se entablaron conversaciones con la familia para solucionar el asunto, puesto que, debido a su legislación, estaba libre de derechos en Argentina. Ese mismo año se acordó que enviaran 2.000 ejemplares de cada título de Austral, cantidad que hubo de ser rebajada por imposición de la censura, que sólo autorizaba la venta en España de 750 ejemplares de cada título. Con el fin de abaratar costos se confeccionaron algunos cartones de estereotipia en Madrid para su envío a Buenos Aires, pero el resultado fue negativo por su escasa rentabilidad.

Terminada la guerra civil, el Consejo de Administración se planteó la conveniencia de comenzar la edición de la Colección Austral en España, al menos en parte. Las dificultades para importar (transporte, censura, salida regular, etc.) modificaron el esquema de producción, por lo que todas las reediciones se comenzaron a tirar en Madrid y se planificó la edición simultánea en ambos países. En marzo de 1940, con Mariano Gilaberte al frente de la Colección en Madrid, ya que Olarra era el máximo responsable, el catalogo general de Espasa-Calpe incluyó en sus páginas una selección de los cien primeros títulos, distinguiendo por el número de páginas entre volúmenes sencillos y extras (4,50 y 6 pesetas). En julio de aquel año se negoció con la censura la publicación en España de las obras de Pérez de Ayala. La primera respuesta fue positiva con la condición de que «limara las asperezas», y al fin se abandonó la idea para centrarse en las Poesías Completas de Machado, obra que «invitó» a publicar la censura con prólogo del director general de Propaganda, Dionisio Ridruejo.

El 5 de octubre de 1940 salió el número 151: Ideas y Creencias, de Ortega. También en octubre de aquel año se editaron en Argentina las Obras Completas de García Lorca, prologadas por Guillermo de Torre. El jefe de censura de la Dirección General de Propaganda, Santiago Magariños, manifestó a Espasa su deseo de que el libro, así como el citado Poesías Completas de Machado, fuese editado en España con el fin de «Borrar la impresión de que en la España de Franco se han suprimido las grandes obras de nuestros mejores poetas y evitar que se editen en América como ha empezado a suceder.» El Consejo de Administración adoptó entonces el criterio de no publicar en Argentina ningún libro que no pudiera ser vendido con libertad en nuestro país.

Los asesores de la colección en 1941 eran Julio Rey Pastor (Ciencias) y José Ortega y Gasset (Letras), siempre bajo la dirección de Olarra. En el mes de julio, Franco propuso la edición de un libro, con cargo al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en el que se reprodujeran las pinturas anónimas de la vida de Jesús y la Virgen María conservadas en el palacio de Riofrío. Es importante señalar que por entonces redactaba solapas para la colección Ramón Gómez de la Serna, exiliado en la capital argentina:

«(...) Esta dedicación no le impidió aceptar la humilde tarea de redactar las notas crítico biográfico bibliográficas que figuran en centenares de las sobrecubiertas que protegen los volúmenes de la Colección Austral, y a las que el propio Gómez de la Serna se ha referido, calificándolas modesta y sarcásticamente de literatura solapada» (3).

En el año 1944, el precio de edición de los libros en Argentina, debido a los costos del papel, era un 49 por 100 más barato que en España para tiradas de 5.000 ejemplares, y aumentaba hasta el 62 por 100 cuando ascendía a los 8.000. Además, la calidad era muy inferior, justificada por la escasez de medios para renovar y ampliar las máquinas en nuestro país con las que imprimir más y mejor. Así, por ejemplo, los títulos impresos en Argentina eran recubiertos con una capa de barniz imposible de realizar en España. A finales de aquel año, Austral alcanzó 500 títulos con la publicación de El Greco, de Manuel Bartolomé Cossío, motivo por el que Espasa-Calpe Argentina editó el 15 de julio de 1945 un precioso catálogo ilustrado del que se imprimieron 1.000 ejemplares numerados además de la edición corriente, con la siguiente presentación:

«En un renovado esfuerzo editorial, de amplia y positiva trascendencia, Espasa-Calpe Argentina lleva adelante la publicación de su ya extensa y difundida Colección Austral, formada básicamente con producciones de los primeros escritores de nuestros días, intercaladas con las obras cumbres clásicas que consagraron el prestigio de los más famosos autores de todos los tiempos. Seleccionadas con criterio práctico y ecléctico, ponen al alcance de la gran masa de público que se halla imposibilitado de leerlas —porque las ediciones eran raras e incompletas— ediciones íntegras, autorizadas, bellamente presentadas, muy económicas y en traducciones correctas cuando se trata de autores extranjeros.»

La censura de Argentina actuó entonces contra los libros editados por Espasa desde la Comisión Asesora de Calificación de Publicaciones y Materiales Plásticos, retirando de la circulación en mayo de 1945 unos 500 ejemplares de diversos títulos que consideraron «inmorales». Con la publicación del número 800, la empresa decidió encuadernar la colección completa en un intento de conseguir mayor clientela. Se ofrecieron 800 títulos agrupados en 300 volúmenes lujosamente encuadernados, con estampación de oro y cinta-señalador. Todos ellos sumaban 160.000 páginas y el cliente podía elegir entre los colores azul, verde, marrón o pasta española.

Derechos de autor y crisis económica

En enero de 1950 se planteó un problema con los importadores españoles, que pretendían adquirir ejemplares en Argentina para venderlos en nuestro país. El Consejo de Administración advirtió a Olarra para que no vendiera, así como de los problemas que podrían surgir con los autores que tenían derechos en España. Incluso llegó a plantearse bajar los precios de la Colección para evitar la competencia. El 20 de noviembre de 1950 salió con el número 1000 El Cid Campeador, de Menéndez Pidal, quien escribió en el prólogo: «Es propósito decidido de la Colección Austral que sea una obra mía (...) la que señale el haber llegado los tomos de esta colección al número mil. Acepto tal distinción por entender que recae sobre el tema más que sobre el mérito de este libro...» Es curioso que el título siguiente fuese Fortunata y Jacinta, de Pérez Galdós, impreso en Buenos Aires en marzo de 1951 y cuya venta no se realizó en España por cuestión de derechos de autor.

El 10 de febrero de 1953 el Consejo de Administración pidió a Espasa-Calpe Argentina que acumulara fondos para hacer frente a la crisis económica que atravesaba la empresa debido a la devaluación de la moneda. Para ello redujeron las impresiones de nuevos libros, decisión que afectó radicalmente a las reimpresiones de Austral y en gran medida a los nuevos títulos, llegando incluso a retirar algunos de los que ya habían sido compuestos. A mediados de los años cincuenta, bajo la dirección general de Ernesto Antón Pastor, la media de títulos fue de 20 números. En 1955 se publicó el número 1250, Historia sucinta de Estados Unidos, de Stephen Vincent Benet, y seis años después el 1300, Viva mi dueño (El Ruedo Ibérico), de Valle-Inclán. Se produjo en ese momento un importante descenso en la producción con una media de seis nuevos títulos por año.

En 1956 se publicaron en Argentina 17 obras, cifra que nos da idea de la buena marcha de la Colección a pesar de la situación económica. Así lo reiteró ante el Consejo de Administración el apoderado Ramón García Adamuz en el viaje que realizó a España en abril de 1957. Al mismo tiempo, en la delegación de México se reimprimieron 13 números de su interés para distribuirlos en América Central y Estados Unidos. Con este mercado como referencia, solicitó la edición de obras de autores mexicanos y españoles vinculados a ese país, lo que dio como resultado en 1961 que se imprimiera en México la primera edición en Austral de Luces de bohemia (número 1307).

Selecciones Austral

A principios de los sesenta la Colección bajó su ritmo de publicaciones hasta que en 1964 Félix Jimeno sustituyó a Mariano Gilaberte como editor de la Colección y lanzó al mercado 18 títulos, de los que cuatro eran de Ortega y Gasset. Hasta 1972 la media de publicación fue de 50 títulos por año. El 10 de mayo de 1972 salió el número 1500: Mujeres Españolas, de Salvador de Madariaga, y tres años después, en 1975 nació la nueva colección Selecciones Austral, dirigida por Jimeno en un intento de recuperar los títulos agotados que habían mermado la oferta.

Selecciones Austral aportaba como novedad el diseño con ilustración en cubierta e interiores, más un estudio introductorio. El primer número fue dedicado a las Poesías Completas de Machado, con prólogo de Manuel Alvar. En este período de tiempo redactó todas las solapas Miguel Alonso Calvo (Ramón de Garciasol), poeta alcarreño vinculado a la editorial desde abril de 1964.

Con Jesús Jorge Arana como director editorial, Ángeles Solano tomó el relevo de Jimeno y en tan sólo cinco años se editaron un centenar de obras, conmemorando el hecho Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, con estudio de Joaquín Marco, número que fue aprovechado para que Alberto Corazón cambiara el diseño y eliminara la ilustración de cubierta. A partir del número 150 (Crónica sentimental de España, de Vázquez Montalbán) fue rediseñada una vez más por Juan Ramón Alonso. Esta colección continuó hasta 1989, solapada con la «nueva» Austral, a la que nos referimos más adelante. La última obra fue Poetas del Sur, de José Espada Sánchez, número 162 de la Colección.

Austral Juvenil e Infantil

Austral Juvenil nació en junio de 1981 de la mano de Felicidad Orquín con Canta pájaro lejano, de Juan Ramón Jiménez e ilustraciones de Luis de Horna. Permaneció en el mercado hasta 1995 —el último número fue el 159: ¡Peligro! Playa radiactiva, de Bárbara Veit e ilustraciones de Tino Gatagán—, año en que se reconvirtió en Espasa Juvenil, a cargo de Nuria Esteban.

En 1984, Orquín puso en marcha Austral Infantil con Historias de conejos, texto e ilustración de Janosch, que cerró con el número 71: Deditos y cosquillitas, escrito por Ana Pelegrín e ilustrado por Shula Goldman. Con el fin de promocionar la literatura infantil se creó un premio anual a la mejor obra ilustrada desde 1985, obteniendo el primero Javier Villafañe y Juan Ramón Alonso con La vuelta al mundo.

La «nueva» Austral

En 1987, siendo presidente-director de la Editorial Ignacio Bayón, se decidió un cambio orientado a abrir nuevos espacios de difusión en el ámbito escolar. Fueron nombrados asesores Víctor García de la Concha (sección de Literatura) y Amando de Miguel (Pensamiento y Ciencias Humanas), y editoras de la colección, sucesivamente, Cristina Pérez Cantó, Isabel de Miguel y, más tarde, Celia Torroja y Pilar Cortés. La colección reiniciaba la numeración pero sin cambiar de nombre —aunque internamente se la denominó «nueva» Austral—, y ofrecía una nueva portada diseñada por Enric Satué, premio Nacional de Diseño, que creó siete logotipos para definir las materias: literatura, filología, pensamiento, historia, ciencias, ciencias del hombre y arte-ocio.

La nueva dirección planteó la recuperación de las obras más destacadas de la antigua Austral y la ampliación del catálogo, comprometiendo en la responsabilidad de la edición de cada título a los mejores especialistas. Los textos para la nueva serie son revisados y anotados, y las ediciones se completan con introducciones y apéndices. El título elegido para encabezar el lanzamiento fue Luces de bohemia, de Valle-Inclán, mientras que el antiguo número 1, La rebelión de las masas, fue reeditado con el 336 y prologado por Julián Marías.

Integrada Espasa Calpe en el Grupo Editorial Planeta, Manuel Ramírez, como director general, y Javier de Juan, como director editorial, decidieron la creación de una nueva serie dentro de la Colección denominada Austral Contemporáneos. Su propósito era incorporar obras muy recientes, y así, con un nuevo diseño preparado por Antonio Rodríguez-Índigo, aparecieron títulos de Eduardo Mendoza, Fernando Savater, Luis Mateo Díez y Soledad Puértolas.

Retorno a Austral

Un exhaustivo estudio de mercado realizado en 1996 por encargo del nuevo director de Espasa Calpe, Jorge Hernández Aliques, evidenció el arraigo que Austral tiene en los más variados medios, pero aconsejó unificar las distintas modalidades que había ido incorporando en sus sesenta años de vida, para buscar una sola imagen de marca.

Fue designado director Víctor García de la Concha y creado un Comité Asesor que forman Rafael Conte (Literatura), Juan Pablo Fusi (Historia y Ciencias Sociales) y Fernando Savater (Pensamiento). Bajo la dirección editorial de Juan González Álvaro y con la responsabilidad como editora de Celia Torroja, se ha proyectado un nuevo diseño que recupera las señas de identidad de la vieja Austral —la figura de Capricornio y los colores identificativos de cada género— y se ha perfilado una tipología propia y un ambicioso programa de ediciones.

M. D. y J. M. S. V.—DEPARTAMENTO DE DOCUMENTACIÓNDE ESPASA CALPE

(1)  José Ruiz-Castillo Basala, El apasionante mundo del libro. Memorias de un editor, Madrid, Biblioteca Nueva, 1979, p. 127.

(2)  Comité de Gerencia, Acta núm. 9, 8 de junio de 1938.

(3)  José Ruiz-Castillo Basala, op. cit., p. 271.

 
 
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